¿Se puede medir el aprendizaje? Método de evaluación, la rúbrica.
En este proyecto se trata
de responder esta pregunta, además de valorar la evaluación frente a la “odiada”
calificación, voy a empezar por la primera de ellas.
El aprendizaje en sí mismo
es una idea. No es una entidad material, es una entidad abstracta. Podríamos
decir que no es cuantitativa, no se puede medir.
Sí se puede observar si un
alumno aprende algo cuando es concreto, directo. Pero claro, esos objetivos que
buscamos que son concretos nos privan de la abstracción, de esa capacidad de
que el alumno adopte un criterio y sea libre a la hora de opinar, tomar sus
propias decisiones… En definitiva le quitamos el protagonismo que deberían
tener en la escuela y que es una pena que no tengan dado lo esquematizada que
está y lo asumido que tiene la sociedad los roles de cada uno.
Cada alumno tiene un
ritmo, unas capacidades y unas características así que no se puede cuantificar
cuanto aprende uno u otro. Eso sí, con un método de enseñanza efectivo, de
calidad, por parte del docente, donde se den las condiciones más favorables
para que el alumno aprenda sí se generará un aprendizaje en ellos porque
tendrán unas condiciones óptimas para aprender. Pero cada uno a su ritmo
dependiendo de las características de cada uno.
Cómo forma de evaluación,
nuestra entrevistada Esther Mena utiliza la rúbrica. La rúbrica es un sistema
según nos cuenta Esther el cual se basa en que una serie de criterios con un
porcentaje con el que el docente evalúa. Originalidad, síntesis, capacidad de
reflexión son algunos de estos criterios. Los problemas que presentan es el
trabajo extra que supone para el profesor ir alumno por alumno evaluándolo, la
pereza es el principal problema a superar pero en mí opinión estoy de acuerdo
con Esther en que de este modo no te lo juegas todo a una carta, el día del
examen que siempre puedes tener un mal día. Con la rúbrica el alumno sabe
perfectamente donde cojea y donde tiene que mejorar y está mucho más preparado
ante la evaluación.
Esther expone también su
idea clara de que en la ESO no se están haciendo demasiado bien las cosas, dado
que solo se evalúa el examen. No se tienen en cuenta ninguno de los progresos
que el alumno haya tenido durante el curso, únicamente el examen final. Además es
absolutamente carente de sentido que nos califiquen en un proceso educativo el
cual estamos obligados a asistir. En definitiva se pone la atención en el
producto no en el proceso y esto no es educativo.
Un sistema en el que existe
la evaluación es educativo, porque te equivocas y de los errores aprendes, es
un proceso liberador que fomenta en las personas conciencia social en el que
aprendemos juntos y aprendemos para algo juntos, que se supone que es a lo que
vamos a la escuela. Eso sí nosotros podemos querer eliminar la calificación
pero es algo extremadamente complicado dado que está perfectamente asumida por
la sociedad, una herramienta que cómo dice Paco Espadas “sirve para controlar,
etiquetar y seleccionar además de resolver el problema de la diversidad de
ritmos e intereses en el aprendizaje”. La calificación define quien es válido y quién no.
Se supone que los docentes
producen conocimiento, forman un contexto educativo para que sigamos creciendo,
para conseguir una sociedad de más igualdad y que posean criterio. Aquí la
calificación carece de sentido porque estaríamos de nuevo en la evaluación.